Mi rostro, que es mi accesorio favorito, está hoy en condiciones deplorables: tengo los ojos terriblemente rojos e hinchados (con la consecuente cara de sapo, claro), el bronceado desapareciendo de a secciones, el pelo desobediente. Pensé en autotratar mi conjuntivitis, quedarme en casa para no contagiar y evitarle así al mundo tanta fealdad junta, pero la cantidad de trabajo pendiente y los deadlines me agobian y tuve que salir a la calle sí o sí. Resolví más o menos el asunto con anteojos negros grandes, rubor color mandarina y una pollera larga y vaporosa. Sin embargo, hasta ahora todo viene saliendo mucho mejor de que yo pensaba: una de cuatro mujeres desconocidas con las que me cruzo me para para decirme qué linda pollera y dónde la compré. Una de cada ocho agrega que, además, la llevo muy bien. Como de moda no puedo hablar más de 4 segundos, las conversaciones derivan en lugares de vacaciones, técnicas de eficiencia corporal y la incertidumbre laboral que sobrevino a la crisis. Con lo que me gusta charlar.
Tuesday, January 20, 2009
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2 comments:
empezar por la falda y continuar con los efectos del incumplimiento de deudores hipotecarios...
eso sí que es cintura para manejar el diálogo.
soy tu fan, sabelo.
Claro, vos sos más contundente con los diálogos. A mi me vendría bien un poco de eso también. Te cambio.
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