Fui a sacar plata de un cajero y me la olvidé ahí. Cuando volvi a buscarla- rápido pero habiendo perdido todas las esperanzas- me encontré del otro lado del vidrio con un chico sonriente agitando los billetes en la mano con cara de "ayyy esa cabecita".
Le agradecí por el gesto, la honestidad y por alimentar mi fé en las personas. Mientras me iba apurada porque llegaba tarde me maldije por no haberle regalado un alfajor o al menos uno de los sprays de testosterona que tengo en la cartera ( con el cual podría haber alegrado a más de una chica), pero después me perdoné pensando que hizo nada más (y nada menos) que lo correcto.